Discurso de Casaca Roja
La llegada ante ellos [los indios Sénecas] de un misionero de
Massachusetts, fue la ocasión de un esfuerzo forense, el cual define muy
claramente su posición [la de Casaca Roja],
y aunque haya sufrido, como muchos de sus discursos, de venir de un intérprete,
muestra sin embargo, indicios de un pensamiento profundo, y de un alto grado de
talento. Fue visto en su tiempo como un esfuerzo de gran habilidad, y es tal
vez el mejor ejemplo de su oratoria, como nos ha llegado del pasado.
Se llamó a un consejo para considerar el
asunto, el misionero fue presentado, quien habló como sigue:
“Amigos míos, estoy agradecido por la
oportunidad que se nos ha dado de reunirnos en este momento. Yo tenía un gran
deseo de verlos, e inquirir en su condición y bienestar. Para este propósito he
viajado una gran distancia, sendo mandado por sus viejos amigos, la Sociedad
Misionera de Boston. Recordarán que anteriormente mandaron misioneros entre
ustedes, para instruirlos en la religión, y trabajar para el bien de ustedes.
Aunque no han sabido de ustedes por un largo tiempo, aún no han olvidado a sus
hermanos, las Seis Naciones, y todavía están ansiosos por hacerles bien.
“Hermanos, no he venido a quitarles sus
tierras, o su dinero, sino a iluminar sus mentes, e instruirlos en como adorar
al Gran Espíritu, acorde a su mente y voluntad, y a predicarles el evangelio de
su hijo, Jesucristo. Solamente hay una religión, y una sola manera de servir a
Dios, y si ustedes no abrazan la manera correcta, no podrán ser felices de aquí
en adelante. Nunca han adorado al Gran Espíritu, de una manera aceptable para
el, sino que han estado en grandes errores y oscuridad todas sus vidas.
Trabajar para remover estos errores, y abrir sus ojos, para que puedan ver
claramente, es mi asunto con ustedes.
“Hermanos, quiero hablar con ustedes
como un amigo habla con otro; y si tienen alguna objeción en recibir la
religión que predico, deseo que las expongan; y yo trabajaré para satisfacer
sus mentes, y quitar estas objeciones.
“Hermanos, quiero que hablen sus mentes
libremente; porque quiero razonar con ustedes el asunto, y de ser posible
quitarles todas las dudas, si es que hay alguna en sus mentes. El asunto es
importante, y es de consecuencia, para que le den pronta atención, mientras la
oferta está en pie. Sus amigos, la Sociedad Misionera de Boston, seguirán
enviándoles ministros buenos y fieles, para instruirles y fortalecerles en la religión,
si ustedes por su parte están dispuestos a recibirlos.
“Hermanos, desde que he estado en esta
parte del país, he visitado algunas de sus pequeñas aldeas, y he hablado con
sus gentes. Ellos parecen estar dispuestos a recibir instrucción, pero ya que
ellos los admiran a ustedes, como sus hermanos mayores en consejo, ellos
quieren saber primero su opinión en este asunto. Ya han escuchado lo que tengo
que proponerles por el momento. Espero que lo tengan en consideración, y me den
respuesta antes de que nos separemos.”
Los jefes estuvieron en consulta por
alrededor de dos horas, luego Casaca Roja se levantó y hablo como sigue:
“Amigo y hermano: Fue la voluntad del
Gran Espíritu que nos reuniéramos este día. El ordena todas las cosas, y nos ha
dado un buen día para nuestro consejo. Él ha quitado sus ropas de enfrente del
sol, y causó que brillara fuerte sobre nosotros. Nuestros ojos han sido
abiertos para que veamos claramente; nuestros oídos están destapados, para que
podamos oír definidamente las palabras que has dicho. Por todos estos favores
agradecemos al Gran Espíritu, y a Él solamente.
“Hermano: Este fuego de consejo fue
encendido por ti. Fue a tu petición que nos juntamos en este tiempo. Hemos
escuchado atentamente a lo que has dicho. Nos pediste que habláramos nuestros
pensamientos libremente. Esto nos da gran alegría: porque ahora consideramos
que podemos estar erguidos frente a ti, y podemos hablar lo que pensamos. Todos
han escuchado tu voz, y todos te hablan ahora como un solo hombre. Nuestras
mentes están de acuerdo.
“Hermano: Dices que quieres una
respuesta a tu plática antes de que te vayas de este lugar. Es correcto que
tengas una, ya que estás a gran distancia de tu hogar, y no deseamos demorarte.
Pero primero recordaremos un poco, y te diremos lo que nuestros padres nos han
dicho, y lo que hemos escuchado de la gente blanca.
“Hubo un tiempo en el que nuestros
ancestros eran los dueños de esta gran isla. Sus asentamientos se extendían
desde donde sale hasta donde se pone el sol. El Gran Espíritu la había hecho
para el uso de los Indios. Él había creado al búfalo,
al venado, y a otros animales como alimento. Él había hecho al oso y al castor
Sus pieles nos servían de vestido. Él los había esparcido por el campo y nos
enseñó como tomarlos. Él había hecho que la tierra produjera maíz para hacer
pan. Todo esto Él lo había creado para Sus hijos rojos porque Él los amaba. Si
teníamos disputas acerca de nuestros terrenos de caza, éstas generalmente se
resolvían sin el derramamiento de mucha sangre.
“Pero
un día maligno cayó sobre nosotros. Tus ancestros cruzaron la gran agua y
desembarcaron en esta isla. Sus números eran pequeños. Encontraron amigos y no
enemigos. Nos dijeron que habían huido de su propia nación por temor a hombres
malvados y habían venido aquí a disfrutar su religión. Pidieron un asentamiento
chiquito. Nos apiadamos de ellos, otorgamos su petición, y ellos se asentaron
entre nosotros. Les dimos maíz y carne; ellos a cambio nos dieron veneno.
“La
gente blanca, hermano, ahora había encontrado nuestra tierra. Avisos fueron
llevados de regreso y más vinieron entre nosotros. Sin embargo, no les
temíamos. Los aceptamos como amigos. Nos llamaron hermanos. Les creímos y les
dimos una sede mayor. A la larga, sus números se habían incrementado
grandemente. Querían más terreno; querían nuestra tierra. Nuestros ojos se
abrieron y nuestras mentes se inquietaron. Hubo guerras. Indios fueron
contratados para luchar contra Indios, y mucha de
nuestra gente fue destruida. Ellos también trajeron licor fuerte entre
nosotros. Era fuerte y poderoso, y ha asesinado a miles.
“Hermano,
nuestros asentamientos fueron una vez grandes y los tuyos eran pequeños.
Ustedes ahora se han convertido en un gran pueblo, y a nosotros escasamente nos
queda un lugar para extender nuestras cobijas. Ustedes tienen nuestra tierra,
pero no están satisfechos; quieren imponernos su religión.
“Hermano,
sigue escuchando. Dices que has sido enviado a instruirnos acerca de como
adorar al Gran Espíritu, acorde a Su mente; y, que si no nos aferramos a la
religión que ustedes gente blanca enseñan, seremos infelices de aquí en
adelante. Dices que ustedes están en lo correcto y que nosotros estamos
perdidos. ¿Cómo sabemos que esto es verdad? Entendemos que su religión está
escrita en un Libro. Si estuviera dirigida a nosotros, así como a ustedes, ¿por
qué el Gran Espíritu no nos lo ha dado?, y no solo a nosotros, sino ¿por qué Él
no les dio a nuestros ancestros el conocimiento de ese Libro, junto con los
medios para entenderlo correctamente? Solo sabemos lo que nos dices de el.
¿Cómo sabremos cuando creer, siendo tan a menudo engañados por la gente blanca?
“Hermano,
dices que solamente hay una manera de adorar y servir al Gran Espíritu. Si hay
sólo una religión, ¿por qué ustedes gente blanca difieren tanto al respecto?
¿Por qué no todos están de acuerdo, ya que todos pueden leer el Libro?
“Hermano,
nosotros no entendemos estas cosas. Se nos dice que tu religión fue dada a tus
ancestros y que ha sido pasada de padre a hijo. Nosotros también tenemos una
religión que les fue dada a nuestros ancestros y ha sido pasada a nosotros, sus
hijos. Nosotros adoramos de esa manera. Nos enseña a estar agradecidos por
todos los beneficios que recibimos, a amarnos, y a estar unidos. Nosotros nunca
reñimos respecto a la religión.
“Hermano,
el Gran Espíritu nos ha hecho a todos, pero Él ha marcado una gran diferencia
entre Sus hijos blancos y Sus hijos rojos. Nos ha dado diferentes rostros y
diferentes costumbres. A ustedes, Él les ha dado las artes. A éstas, Él no ha
abierto nuestros ojos. Sabemos que estas cosas son verdaderas. Ya que Él ha
hecho tan gran diferencia entre nosotros en otras cosas, ¿por qué no podemos
concluir que Él nos ha dado una religión diferente, de acuerdo a nuestro
entendimiento? El Gran Espíritu hace lo correcto. Él sabe qué es lo mejor para
Sus hijos; nosotros estamos satisfechos.
“Hermano,
no queremos destruir tu religión o quitártela. Solamente queremos disfrutar la
nuestra.
“Hermano,
dices que no has venido a tomar nuestra tierra o nuestro dinero, sino a
iluminar nuestras mentes. Ahora te diré que he estado en tus reuniones y te vi
recolectar dinero de la asamblea. No puedo decir para qué estaba destinado este
dinero, pero supongo que era para tu ministro; y, si nos conformamos a tu
manera de pensar, quizá puedas querer un poco de nosotros.
“Hermano,
se nos dice que has estado predicando a la gente blanca en este lugar. Esta
gente son nuestros vecinos. Nosotros nos conocemos. Si nos damos cuenta que les
hace bien, los hace honestos, y menos dispuestos a estafar Indios,
consideraremos otra vez lo que has dicho.
“Hermano,
ahora has escuchado nuestra respuesta a tu plática, y esto es todo lo que
tenemos que decir en este momento. Ya que nos vamos a separar, vendremos y te
tomaremos de la mano, y esperaremos que el Gran Espíritu te proteja en tu viaje
y te regrese a salvo con tus amigos.”
Conviniendo la acción a la palabra, el
luego se acercó al misionero junto con los otros jefes, para tomarle de la
mano; pero el no los recibió, y levantándose apresuradamente de su asiento,
dijo que no había hermandad entre la religión de Dios, y las obras del diablo,
y que por lo tanto no podía darles la mano.
Cuando esto les fue traducido a los
indios, ellos sonrieron y se retiraron de la entrevista, sin decir nada más.
Adaptado y traducido de:
“Project Gutenberg's An account of Sa-Go-Ye-Wat-Ha, by
John Niles Hubbard” Project Gutenberg.
Hart, Michael, S., enero de 2005. 11 de
abril de 2011. <http://www.gutenberg.org/ebooks/7339/pg7339.txt>.